Un cono de luz donde sentarse a intercambiar tesoros. Te daré lo que encuentro mientras leo, converso con presentes o ausentes, lo que me espabila cuando hago zapping en el tv, o cuando simplemente navego sin rumbo, mientras transcurre la noche afuera y dentro del mundo, que también se llama red.
domingo, 7 de octubre de 2012
miércoles, 3 de octubre de 2012
¿Es raro ser niña?
Calvino nació en Cuba |
He querido
apropiarme del testamento de uno de los padres de la posmodernidad literaria
para explicar la obra de una de sus hijas. Aunque el tiempo y la paciencia de
los que escuchan me impedirá ser lo exhaustiva que quisiera, en una mirada
rápida veremos si la novela Es raro ser niña, de Mildre Hernández,
cumple con las premisas calvinianas.
Dice Italo Calvino
que el primer rasgo que debe poseer la literatura de nuestro milenio es levedad. Y dice también que la
literatura ha sido tradicionalmente el ámbito de materias graves, rotundas,
densas. Sin perjuicio de la seriedad, esta convención ha relegado a un segundo
plano la ligereza, confundiéndola con la frivolidad. A mi juicio la levedad,
signo totalmente positivo, en el caso de Mildre se traduce en la capacidad de
tomar un tema espinoso, difícil, y volverlo potable, y lo que es más,
degustable.
En Es raro ser niña hallamos que Cuasi, la protagonista, es el fruto de la pareja que ya no componen sus padres. Cuasi es vista por su padre con indiferencia. A Cuasi le ha hecho creer su familia que es un error de la naturaleza. Cuasi no puede autodefinirse como blanca ni como negra porque es jabá. Pero a pesar de la ambigüedad sentimental de quienes la rodean, Cuasi intenta y casi siempre logra ser feliz, y pesar de su sabiduría de lo difícil: juega, asiente, se ríe. Fabula todo el tiempo para vencer. Quizás es por esto que la historia no concluye. Supongo que ante la imposibilidad de crearle un final feliz y a la vez verosímil, su autora prefirió no atarla a un destino pesado. Mejor es que flote de un libro a otro, mejor volver a encontrarla en Una niña estadísticamente feliz.
En Es raro ser niña hallamos que Cuasi, la protagonista, es el fruto de la pareja que ya no componen sus padres. Cuasi es vista por su padre con indiferencia. A Cuasi le ha hecho creer su familia que es un error de la naturaleza. Cuasi no puede autodefinirse como blanca ni como negra porque es jabá. Pero a pesar de la ambigüedad sentimental de quienes la rodean, Cuasi intenta y casi siempre logra ser feliz, y pesar de su sabiduría de lo difícil: juega, asiente, se ríe. Fabula todo el tiempo para vencer. Quizás es por esto que la historia no concluye. Supongo que ante la imposibilidad de crearle un final feliz y a la vez verosímil, su autora prefirió no atarla a un destino pesado. Mejor es que flote de un libro a otro, mejor volver a encontrarla en Una niña estadísticamente feliz.
El segundo
rasgo enunciado por Calvino es la rapidez.
Por eso plantea que la literatura debe aprender de los mecanismos sinápticos de
nuestro cerebro, los que confieren su chispa a la inteligencia. Y yo diría que
rapidez, en el perfectamente reconocible estilo que ha acuñado Mildre, es por
una parte acumulación de situaciones. De alguna forma esta novela me recuerda a
La Comedia Silente,
aquel programa que proyectaba películas mudas donde los personajes no tenían ni
nos daban respiro. En este libro se cuenta en primera persona, a través de Cuasi,
la relación de su madre con su padre; la relación de su madre con Vida, la doctora
a quien ama; la relación —o más bien la ausencia de esta—, de su padre con su la
amante de su madre; la inevitable visita al psicólogo; también relata la
historia de su familia; la de sus amigos Rexona y Alexander; la visita de su
profesora, la conversación de las dos orejas; y la necesidad de los guantes de
boxeo, entre otras múltiples cosas. Y todo esto, repito de nuevo, sin que nada
se atropelle y nadie se desdibuje. El que conozca la obra de Mildre sabe que
esta habilidad suya ya se ha vuelto crónica: una marca de estilo. El que conoce
a los jóvenes lectores sabe que la historia que los atrapará es la que se
cuenta y se lee rápidamente. La historia que no sea rápida no logrará hacer mella
en sus imaginarios, configurados ya no por la lectura sino por los
audiovisuales. Si nos referimos a la forma podemos añadir que a la rápida concatenación
de situaciones que elabora la autora se añade la rapidez de su discurso,
lograda, entre otros recursos, con la sabia mezcla de oraciones largas y oraciones
cortas, y el balanceado uso del diálogo.
Son las cinco. Llegaré tarde... |
También es
exactitud que las cosas se llamen por su nombre a la vez que aparecen transfiguradas
en la materia literaria y por la sugerencia del lenguaje. Cuando la madre dice
ante el espejo: “La Vida
me traicionó”, está hablando de una traición metafórica: su vida que no es lo
que ella esperaba que fuese. Pero esta traición contiene, y Cuasi lo sabe
perfectamente, la traición de la amante que la ha dejado por otra. Y también son
exactos los diálogos porque son completamente verosímiles.
La misma exactitud nos lleva a la visibilidad. El ser humano del siglo XXI, al que se ha propuesto Calvino seducir literariamente, como dije antes ha superado el alfabeto, se comunica por imágenes. Por consiguiente, lo que se escriba de ahora en adelante, y desee perdurar, debe ser visible, debe ser expresivo, debe tener la síntesis y también la capacidad de convocar múltiples sentidos. No en casual pues que Mildre apele a la imagen de una niña boxeadora, y lo mismo haga el ilustrador. Ni es casual que sus personajes sean tan pintorescos y en cierta medida arquetípicos. Son fáciles de imaginar y fáciles de explicar. Sus conflictos son visibles para cualquier lector porque son comunes al tejido de cualquier sociedad, y a esto debe Mildre que sus libros se vendan bien en países como Colombia y España. Por tanto convendremos en que la visibilidad es una cualidad inestimable que hace que las obras traspasen las coordenadas socio-espaciales en que se producen y dialoguen eficazmente con otros lectores.
Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres (Borges) |
Creo, para
concluir, que Mildre ha sabido colarse en este milenio literario que recién comienza.
a través de esas cinco virtudes que son: levedad, rapidez, exactitud,
visibilidad y multiplicidad. Creo que ella
maneja por pura intuición y con gran eficacia las cinco virtudes que Italo
Calvino erigió en pilares. Lamentablemente Calvino nos dejó inconclusa su sexta
propuesta. Si es consistente es Raro ser niña no lo sabemos, porque no
sabemos lo que quiso sintetizar Calvino en este rasgo que lo resume todo. Yo
tengo mi pequeña teoría sobre la consistencia pero prefiero no especular. Espero
que tal y como cada uno la entienda, logre encontrarla en Es raro ser niña, y que esta invitación les sirva para acercarse a esta
novela y a la formidable escritura de Mildre Hernández; como también espero que
busquen el hermoso y útil ensayo de Calvino, que he disfrutado presentar ante ustedes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)