miércoles, 3 de octubre de 2012

¿Es raro ser niña?



Calvino nació en Cuba
Antes de morir en 1985, el legendario escritor Ítalo Calvino preparó un ciclo de conferencias que nunca dictó en Harvard. Conocidas como “Seis propuestas para el próximo milenio” o “Lecciones americanas”, en ellas el autor diserta sobre los rasgos que debe poseer la literatura, si planea resistir el embate de este nuevo siglo. Sorprendido por la muerte, Calvino definió cinco rasgos pero no llegó a escribir su sexta y última propuesta.
He querido apropiarme del testamento de uno de los padres de la posmodernidad literaria para explicar la obra de una de sus hijas. Aunque el tiempo y la paciencia de los que escuchan me impedirá ser lo exhaustiva que quisiera, en una mirada rápida veremos si la novela Es raro ser niña, de Mildre Hernández, cumple con las premisas calvinianas.
Dice Italo Calvino que el primer rasgo que debe poseer la literatura de nuestro milenio es levedad. Y dice también que la literatura ha sido tradicionalmente el ámbito de materias graves, rotundas, densas. Sin perjuicio de la seriedad, esta convención ha relegado a un segundo plano la ligereza, confundiéndola con la frivolidad. A mi juicio la levedad, signo totalmente positivo, en el caso de Mildre se traduce en la capacidad de tomar un tema espinoso, difícil, y volverlo potable, y lo que es más, degustable.
En Es raro ser niña hallamos que Cuasi, la protagonista, es el fruto de la pareja que ya no componen sus padres. Cuasi es vista por su padre con indiferencia. A Cuasi le ha hecho creer su familia que es un error de la naturaleza. Cuasi no puede autodefinirse como blanca ni como negra porque es jabá. Pero a pesar de la ambigüedad sentimental de quienes la rodean, Cuasi intenta y casi siempre logra ser feliz, y pesar de su sabiduría de lo difícil: juega, asiente, se ríe. Fabula todo el tiempo para vencer. Quizás es por esto que la historia no concluye. Supongo que ante la imposibilidad de crearle un final feliz y a la vez verosímil, su autora prefirió no atarla a un destino pesado. Mejor es que flote de un libro a otro, mejor volver a encontrarla en Una niña estadísticamente feliz.
El segundo rasgo enunciado por Calvino es la rapidez. Por eso plantea que la literatura debe aprender de los mecanismos sinápticos de nuestro cerebro, los que confieren su chispa a la inteligencia. Y yo diría que rapidez, en el perfectamente reconocible estilo que ha acuñado Mildre, es por una parte acumulación de situaciones. De alguna forma esta novela me recuerda a La Comedia Silente, aquel programa que proyectaba películas mudas donde los personajes no tenían ni nos daban respiro. En este libro se cuenta en primera persona, a través de Cuasi, la relación de su madre con su padre; la relación de su madre con Vida, la doctora a quien ama; la relación —o más bien la ausencia de esta—, de su padre con su la amante de su madre; la inevitable visita al psicólogo; también relata la historia de su familia; la de sus amigos Rexona y Alexander; la visita de su profesora, la conversación de las dos orejas; y la necesidad de los guantes de boxeo, entre otras múltiples cosas. Y todo esto, repito de nuevo, sin que nada se atropelle y nadie se desdibuje. El que conozca la obra de Mildre sabe que esta habilidad suya ya se ha vuelto crónica: una marca de estilo. El que conoce a los jóvenes lectores sabe que la historia que los atrapará es la que se cuenta y se lee rápidamente. La historia que no sea rápida no logrará hacer mella en sus imaginarios, configurados ya no por la lectura sino por los audiovisuales. Si nos referimos a la forma podemos añadir que a la rápida concatenación de situaciones que elabora la autora se añade la rapidez de su discurso, lograda, entre otros recursos, con la sabia mezcla de oraciones largas y oraciones cortas, y el balanceado uso del diálogo.    
Son las cinco. Llegaré tarde...
El tercer rasgo al que confiere mérito Calvino es la exactitud. Exacto, según él, es la capacidad de los buenos autores de expresar las cosas más diversas con la palabra justa: la exactitud es la piedra de toque de todo el edificio literario. No en balde, la niña se llama Cuasi, porque como ya dije es casi negra o casi blanca; la madre se llama Alma, porque constantemente se apela a su alma en desgracia, a su alma que intenta sanar o compartir, al alma que intenta encontrar a través de la relación con Vida. Y Vida es Vida, entre otras cosas, porque ella le ha devuelto vida a la madre, y porque se la quita, metafóricamente hablando, con su traición. El padre es Gregorio por Gregorio Samsa, y porque cualquier día amanece convertido en una cucaracha. Y el psicólogo fuma una pipa e inevitablemente nos recuerda a la exacta imagen de Freud.   
También es exactitud que las cosas se llamen por su nombre a la vez que aparecen transfiguradas en la materia literaria y por la sugerencia del lenguaje. Cuando la madre dice ante el espejo: “La Vida me traicionó”, está hablando de una traición metafórica: su vida que no es lo que ella esperaba que fuese. Pero esta traición contiene, y Cuasi lo sabe perfectamente, la traición de la amante que la ha dejado por otra. Y también son exactos los diálogos porque son completamente verosímiles.

La misma exactitud nos lleva a la visibilidad. El ser humano del siglo XXI, al que se ha propuesto Calvino seducir literariamente, como dije antes ha superado el alfabeto, se comunica por imágenes. Por consiguiente, lo que se escriba de ahora en adelante, y desee perdurar, debe ser visible, debe ser expresivo, debe tener la síntesis y también la capacidad de convocar múltiples sentidos. No en casual pues que Mildre apele a la imagen de una niña boxeadora, y lo mismo haga el ilustrador. Ni es casual que sus personajes sean tan pintorescos y en cierta medida arquetípicos. Son fáciles de imaginar y fáciles de explicar. Sus conflictos son visibles para cualquier lector porque son comunes al tejido de cualquier sociedad, y a esto debe Mildre que sus libros se vendan bien en países como Colombia y España. Por tanto convendremos en que la visibilidad es una cualidad inestimable que hace que las obras traspasen las coordenadas socio-espaciales en que se producen y dialoguen eficazmente con otros lectores.

Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres (Borges)
Hemos visto pues que exactitud y visibilidad son un par que trabaja junto y también están muy cerca de lo que ha llamado Calvino: multiplicidad. Y cito: “¿A qué puede aspirar el escritor que busque un libro que contenga todos los libros? A un lenguaje sin barreras, a una escritura sin trabas, a una gran elipsis que abarque lo bajo y lo alto, lo lejano y lo cercano, lo cómico y lo serio, lo minúsculo y lo inmenso…” Ya hemos visto en Mildre el lenguaje sin barreras, capaz de llegar no solo a nuestro público sino también al público de otras latitudes. Lenguaje que sabe convocar a jóvenes y adultos. Ya hemos visto su escritura sin trabas, que puede tocar temas polémicos de una manera encantadora. Estamos pues en la presencia de la gran elipsis que contiene lo minúsculo y lo inmenso. Porque qué es más pequeño que una niña que intenta comprender el mundo que le rodea, y qué es más grande y sublime que esto. Acaso no es gracioso que ella y su madre quieran unos guantes de boxeo para contender con sus agobiantes problemas, pero no es esto, a la vez, muy serio, muy terrible. No es extraño, lejano, improbable, que una niña se llame, como en la novela, Rexona, y su hermano Heno de Pravia... Pero no es que algunos se llaman, en lo que llamamos “la vida real”: Yesdasí, Yundai, Soni.
Creo, para concluir, que Mildre ha sabido colarse en este milenio literario que recién comienza. a través de esas cinco virtudes que son: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad.  Creo que ella maneja por pura intuición y con gran eficacia las cinco virtudes que Italo Calvino erigió en pilares. Lamentablemente Calvino nos dejó inconclusa su sexta propuesta. Si es consistente es Raro ser niña no lo sabemos, porque no sabemos lo que quiso sintetizar Calvino en este rasgo que lo resume todo. Yo tengo mi pequeña teoría sobre la consistencia pero prefiero no especular. Espero que tal y como cada uno la entienda, logre encontrarla en Es raro ser niña, y que esta invitación les sirva para acercarse a esta novela y a la formidable escritura de Mildre Hernández; como también espero que busquen el hermoso y útil ensayo de Calvino, que he disfrutado presentar ante ustedes.


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