domingo, 25 de noviembre de 2012

Aviso III


Lecturas de tabaquería, patrimonio cultural de la nación



Los behiques de los indios en sus bohíos o en las grutas de las montañas, cuando había un temporal, no solo descubrían los hechizos del tabaco en fantásticas humaredas o las supuestas propiedades medicinales, o la fórmula para alejar los insectos. Alrededor de ellos, silenciosos estaban los demás indios, posiblemente bebiendo de la sabiduría general y de su sacerdote o respecto a la irrupción  alevosa de los conquistadores en sus predios…
Qué lejos estaban entonces de lo que podía ser una realidad cultural futura, un modo de trasmitir conocimientos: la lectura en las tabaquerías a partir del siglo XIX. Habrían transcurridos trescientos años. Para esta fecha había un lector que insuflaba cultura y contribuía, además, a la organización que condujera a los cubanos a conquistar su independencia. Ahora, quinientos años después, esa labor de difusión creada en las tabaquerías, acaba de adquirir el rango de Patrimonio Cultural de la Nación.
José Martí, encontró en los ilustrados cubanos, tabaqueros emigrados en  Tampa, Ibor City y  hasta Nueva York, colaboradores y contribuyentes indispensables para la causa de Cuba Libre. Ejemplos sobran.
 
Lector de tabaquería.

Pero, ¿cómo comenzó todo? ¿Cuándo surgió la lectura de tabaquería y su protagonista, el lector? Hay variadas fuentes de información pero, sin duda el sabio Fernando Ortiz, tercer descubridor de Cuba y el viajero Jacinto Salas y Quiroga, son los puntos de partida incuestionables  para la información de los orígenes de este justo patrimonio intangible de la nación.
Quiroga, joven  intelectual de La Coruña visitó nuestra isla en 1839 y al año siguiente publicó en Madrid su libro Viaje a Cuba, de su recorrido por los campos de La Habana, en los cuales visitó ingenios y cafetales. Sobre estos últimos describió detalladamente el proceso de recolecta y escogida y escribió:
“Una de las operaciones últimas del café consiste en colocar sobre tan espaciosísima mesa, grandes cantidades de grano y varios negros, sentados de un lado y otro, escogen sus diferentes clases (…) Cuando nosotros entramos en silencio sepulcral (en la habitación) reinaba allí un silencio que jamás es interrumpido (…) Cerca de ochenta personas entre .entre mujeres y hombres,  hallábanse ocupados en aquella monótona ocupación.
“Y entonces se me ocurrió a mí que nada más fácil habría, que emplear aquellas horas en ventaja de la educación moral y aquellos infelices seres. El mismo que sin cesar los vigila podrá leer en voz alta algún libro (…) y al mismo tiempo que templase el fastidio de aquellos desgraciados, les instruirían de alguna cosa que aliviase su miseria. Pero, es doloroso ver el marcado interés que hay en conservar más y más bruta a esa clase de hombres a quienes se trata peor que los caballos y los bueyes.”
Podría ser ese el primer antecedente de la lectura y el lector de tabaquería.
Corren algunos años y coincidiendo con el desarrollo de la producción de tabacos, después de 1860, Nicolás Azcárate, político liberal cubano, como director del Liceo de Guanabacoa, abrió allí la primera tribuna pública que existió en Cuba y por la cual desfilaron varios hombres de letras; cerca de Azcárate estaba el obrero asturiano, que aprendió en cuba el oficio de tabaquero,  Saturnino Martínez, un verdadero líder obrero de su época y autor de numerosas poesías y artículos publicados el semanario proletario “La Aurora”. En el Liceo, Azcárate se refirió alguna vez a que en ciertas órdenes religiosas unos de sus miembros leía en voz alta en el refectorio mientras el resto de la comunidad almorzaba. Sus palabras encontraron eco en los oyentes del Liceo, obviamente Saturnino Martínez las asumió en favor de los obreros y  de es forma de lectura. Por las fechas se reconoce que la lectura primero fue introducida en las galeras de prisión  de trabajadores “cigarreros” que había en el Arsenal del Apostadero de La Habana, y de allí pasó a los talleres de tabaquerías.
Al respecto dice el sabio cubano Fernando Ortiz, en El contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar que, según el  Reverendo Manuel Deulofeo, donde primero hubo un lector de tabaquería fue en la villa de Bejucal, en 1864, llamado Antonio Leal. Y que: “En La Habana la lectura se introdujo en las tabaquerías en 1865, a impulso de Nicolás Azcárate y fue la fábrica “El Fígaro”, la primera que permitió la lectura en sus talleres” Al año siguiente lo hizo Jaime Partagás en su taller. Luego serían muchas más.
“¡Pagar por oír hablar, pagar por oír leer!”, exclamaba muy pesimista el escritor  de (el periódico) El Siglo, pero su desconfianza fue infundada y en las tabaquerías se leyó cada día y los artesanos pagaron por leer”-escribe Fernando Ortiz.
Sobre su importancia dice el propio Fernando Ortiz: “Por medio de la lectura en alta voz el taller de la tabaquería ha tenido su órgano de propaganda interna. La primera lectura que se dio en una tabaquería de La Habana  fue la del libro titulado Las Luchas del Siglo.”
El sabio agrega: “La mesa de lectura de cada tabaquería fue, según dijo Marti, tribuna avanzada de la libertad. Cuando, en el año 1896, se agita Cuba revolucionaria contra el absolutismo borbónico y guerrea por su independencia, un bando gubernativo del 8 de junio de 1896 hace callar las tribunas tabaqueras.”
Pero, las lecturas y el lector de tabaquerías sufrieron vejámenes y suspensiones y amenazas por parte de las autoridades en distintas ocasiones. Se censuraron libros determinados y periódicos “inaceptables” por el colonialismo español. El gran opositor a esta modalidad cultural cubana fue el periódico “El Diario de la Marina” y le siguió semanario jocoso de  ”El Junipero”, burlándose del lector y sus escuchas.
La primera prohibición a las Lecturas de Tabaquería provino del Gobierno Político de La Habana y en su texto se disminuye la capacidad de entendimiento de los oyentes en forma ofensiva. Un párrafo decía: “Sucede también que de la lectura de los periódicos se pasa a la de los libros que contienen sofismas o máximas perjudiciales para la débil inteligencia de las personas que no poseen el criterio y estudio necesarios para juzgar con acierto las demostraciones de escritores, que pretendiendo cumplir la misión de instruir al pueblo, lo extravían muchas veces en grave daño de la paz de las familias”.
La lectura de tabaquería y el lector son figuras históricas cubanas que contribuyeron como pocas -en forma masiva-a elevar la cultura de muchas familias cubanas, ya que el tabaquero primero y los despalilladores (hombres y mujeres) después se llevaban a lo hogares la sabia del conocimiento y de sus gremios  y sindicatos después, surgieron importantes líderes cubanos, en uno u otro tiempo. Y aún siguen siendo activos consumidores  y vehículos populares de nuestra cultura y de la cultura universal. 


Tomado de Cubadebate

sábado, 10 de noviembre de 2012

Abriguito / crisálida



Aquí les dejo, acompañado por Onaji, de Audrey Kawasaki, una artista que dice preferir la madera, al igual que yo, y acompañado también por unos fragmentos de Raúl Hernández Novás, entrañable e intenso poeta cubano, este texto de mi libro La vida en otra parte


Abriguito / Crisálida

 (con Hernández Novás)

No has nacido.
Tricotando están por ti los menudos abriguitos
que has de usar sin descanso en los retratos.
Abriguitos que ya en mí se volvieron pequeños:
otoño es por vez sexta
y en el parque La Pastora hace el viento
su voluntad con los álamos.

yo te perdí, un día a la salida del colegio, en el parque
donde no hay nadie y a nadie se espera

Atrévete a nacer
y de otro haz tu parque y sé tú el abriguito
que contrasta las hojas:
azul si es flamboyán   amarillo si álamo
de la mano de padres
que un día encontrarás tan solo en sus retratos.

y allí todos los vientos se bifurcan 

Atrévete a crecer sin darte cuenta
como mismo hice yo   –o al menos he intentado–
en la misma ciudad inencontrable
detrás de los espejos,
abriguito que ensancha haciéndole lugar al corazón
bajo el muérdago espera
su día de febrero en otro parque,
su día aún no nacido
mas tejido por manos que le anteceden siempre.

y luego (...) las calles se encogieron por fin,
y tú partiste hacia otros juegos

Y atrévete a morir cuando llegue ese día
tiritando en tu abrigo   levemente cansada
preparando palabras 
aguardando en la helada una señal...

Es mi abrigo distinto  
son hermosas mis manos.

Si quieres oir algo, busca esta joya que no me cansaré de oir, cantada por el inmenso Van Morrison y titulada nada más y nada menos que The Philosopher's Stone, o sea., La Piedra Filosofal. Van Morrison es un cantante, compositor y músico norirlandés, considerado por su característica voz y el mestizaje de la música folk, blues, country y gospel que frecuentemente realiza en sus canciones, como uno de los cantantes y músicos más influyentes de la música contemporánea. De él se ha dicho que «ningún hombre blanco canta como Van Morrison».

miércoles, 7 de noviembre de 2012

La invisibilidad del editor



Como yo misma soy editora, fascinada no solo por el trabajo, sino por las intrigas de pasillo, les pongo este interesante post sobre el oficio, que tomé del blog Verba volant, scripta manent, aquí les dejo el enlace. Una editora cubana, Denise Ocampo, también me mostró una vez hace un tiempo un excelente trabajo: "La insoportable invisibilidad del editor", parodiando el título de Kundera, que intentaré encontrar y postearles.
Haré una aclaración que me parece imprescindible: el buen editor no debe verse, o sea, no debe ser percibido por el lector, para que entre otras cosas no se rompa el "contrato de verosimilitud", imprescindible para la ficción. No se habla en este artículo sobre esto, sino sobre la imperdonable costumbre de obviar la figura del editor en los créditos de los libros. Mi nombre aparece en los más de 100 títulos en los que he trabajado directamente junto al autor: este mal no ha llegado, y confío en que jamás llegue, a la industria editorial cubana. 
  
El editor es una figura profesional invisible para el lector; este solo ve al autor, a menudo también al traductor, y comprueba que alguien debe imprimir el libro pero no suele reparar que detrás hay un equipo de profesionales subidos a un andamiaje coordinado por el editor.
De jovencito leí mucho los cuadernos de Mafalda editados por Lumen. En la penúltima página siempre aparecía la imprenta. Yo tenía entonces la sensación que entre Quino y el señor de la imprenta se lo cocinaban todo, siendo la editorial una mera fachada comercial. Puede que con Mafalda la cosa funcionara exactamente así –afortunadamente los bocadillos exhibían sus argentinismos intactos– pero con la inmensa mayoría de los libros siempre había alguien en la sala de máquinas, alguien que nunca subía a cubierta.
Hace unos días, en un interesante debate en el hilo de comentarios de uno de los últimos artículos de la Patrulla de Salvación, la Sargento Margaret dijo que el editor debía seguir oculto y sin aparecer ni en la portada ni en la página de créditos de los libros. Opino lo contrario: la invisibilidad está en la raíz de algunos de los problemas de la edición profesional. Esa invisibilidad es inimaginable en otras industrias que se dedican a contar historias: en los títulos de crédito del cine aparece el nombre del extra más insignificante, del becario más torpe, incluso el nombre de ese actor de tercera desaparecido en el montaje final por caprichos del director o limitaciones de metraje. Lo que en un libro cabría en media página en el cine necesita de minutos, muchos minutos. El tiempo es muy caro en el séptimo arte, mucho más caro de lo que el papel siempre ha sido en la edición, pero mientras en el cine se nombra incluso a los que no salen, en el libro se esconde a actores clave del proceso. Es industrialmente incomprensible.
No creo que sea un alarde de discreta modestia; entender el trabajo editorial como un sacerdocio intelectualmente superior es oscurantismo snob. También podría ser simple inercia: el editor profesional aparece en el siglo XVIII –antes no existía y se imprimía todo a pelo– y suele ir asociado al de librero e impresor, un lujoso 3 en 1 que será la delicia de los directores financieros cuando se den cuenta que un buen editor de mesa bien digitalizado es capaz de hacer las tres cosas. La labor editorial se separó de la industrial durante el siglo XIX, aunque su emancipación total no llegó hasta el XX. Este accidente causado por la genealogía de la profesión no puede ocultar la desidia: nadie se ha preocupado de mostrar ante el público el valor añadido que el editor aporta al libro. A los empresarios del libro nunca les importó y a los grandes editores de culto el reconocimiento del populacho debía parecerles poco decoroso e incluso embrutecedor. Entre medias, legiones de editores subalternos sólo recibían el reconocimiento de un salario mediocre. Hoy todo sigue igual.
¿Qué más da que nosotros glosemos la onanista importancia del editor si nadie más la percibe? ¿Cómo queremos que el lector aprecie la importancia de la edición si no trasciende ni el proceso ni sus actores? En una cruel ironía ha aparecido un nuevo personaje en los créditos de los libros: hoy en los ebooks, en vez del impresor, vemos al conversor digital, un parásito tecnológico que se aprovecha de la inmadurez industrial del ramo que, en vez de darle la vuelta a su proceso productivo, lo parchea para seguir navegando en un barco que achica cada vez más agua.
El problema se hace extensivo a otros muchos profesionales: al traductor no siempre se le trata bien, aunque suele aparecer en los papeles; los lectores profesionales y los comités de lectura son casi una logia secreta; los correctores ortográficos y de estilo no aparecen si no les retratan sus inevitables errores y entonces solo pensamos en ellos como entes abstractos; el director editorial aparece en medios más o menos especializados para hacerse la foto con los autores de relumbrón pero nada sabemos de su labor; el editor de mesa anda perdido en montañas de correcciones, de capítulos enteros reescritos, de tardes de discordia y psicodrama con autores heridos en su orgullo. A los negros[1] literarios se les trata casi tan mal como a sus trasuntos de plantación del siglo XVIII, a diferencia de sus primos anglosajones, que disfrutan de cierta relevancia y consideración; no por casualidad fueron los primeros en abolir la esclavitud.
Quiero saber quién recomendó la publicación del libro que estoy leyendo, incluso el por qué; quién lo editó y hasta qué punto es también suya la autoría de lo publicado; quién llevó a cabo las correcciones; si hubo el concurso o no de negros, especialmente cuando quien firma es un famoso de reconocida cortedad de entendederas. Quiero saber todo esto, y más, por dos motivos: para pagar más a gusto lo que leo y para atribuir los aciertos a quien corresponda. Para que cada palo aguante su vela.



[1] Negro, en el argot editorial, es el editor al que se paga para escribir la obra cuando el autor no cuenta con conocimientos literarios suficientes. Es muy frecuente en las memorias, por citar un ejemplo.

Marie Curie: diez veces la primera





Inteligencia, rigor, voluntad, imaginación, pasión… fueron algunas de las cualidades de Marie Curie, la primera mujer en ganar el Premio Nobel. Pero hubo más cosas en las que fue pionera. Las enumeramos a continuación:
1. La primera de su clase cuando terminó a los 15 años los estudios de bachillerato (1883). Le otorgaron una medalla de oro.
2. La primera mujer graduada en Física en la Universidad de la Sorbona. Aquel año (1893) solamente dos mujeres se graduaron en toda la Universidad de París. Marie fue, también, la primera de la clase.
3. La primera persona en utilizar el término radiactividad (1898).
4. La primera mujer en Europa que recibió el doctorado en Ciencias (1903).
5. La primera mujer en recibir un Premio Nobel de Física (1903). El galardón le fue otorgado, conjuntamente con su esposo Pierre y con Henri Becquerel, por el descubrimiento de la radiactividad.
6. La primera mujer que fue profesora y jefe de laboratorio en la Universidad de la Sorbona (1906).
7. La primera persona en tener dos Premios Nobel. El segundo sería de Química, en 1911, por haber preparado el radio e investigado sus compuestos.
8. La primera mujer que fue miembro de la Academia Francesa de Medicina (1922).
9. La primera madre Nobel con una hija Nobel. En 1935 su hija Irene obtuvo el galardón en Química.
10. La primera mujer en ser enterrada bajo la cúpula del Panteón por méritos propios (1995).


Tomado de Cubadebate

miércoles, 3 de octubre de 2012

¿Es raro ser niña?



Calvino nació en Cuba
Antes de morir en 1985, el legendario escritor Ítalo Calvino preparó un ciclo de conferencias que nunca dictó en Harvard. Conocidas como “Seis propuestas para el próximo milenio” o “Lecciones americanas”, en ellas el autor diserta sobre los rasgos que debe poseer la literatura, si planea resistir el embate de este nuevo siglo. Sorprendido por la muerte, Calvino definió cinco rasgos pero no llegó a escribir su sexta y última propuesta.
He querido apropiarme del testamento de uno de los padres de la posmodernidad literaria para explicar la obra de una de sus hijas. Aunque el tiempo y la paciencia de los que escuchan me impedirá ser lo exhaustiva que quisiera, en una mirada rápida veremos si la novela Es raro ser niña, de Mildre Hernández, cumple con las premisas calvinianas.
Dice Italo Calvino que el primer rasgo que debe poseer la literatura de nuestro milenio es levedad. Y dice también que la literatura ha sido tradicionalmente el ámbito de materias graves, rotundas, densas. Sin perjuicio de la seriedad, esta convención ha relegado a un segundo plano la ligereza, confundiéndola con la frivolidad. A mi juicio la levedad, signo totalmente positivo, en el caso de Mildre se traduce en la capacidad de tomar un tema espinoso, difícil, y volverlo potable, y lo que es más, degustable.
En Es raro ser niña hallamos que Cuasi, la protagonista, es el fruto de la pareja que ya no componen sus padres. Cuasi es vista por su padre con indiferencia. A Cuasi le ha hecho creer su familia que es un error de la naturaleza. Cuasi no puede autodefinirse como blanca ni como negra porque es jabá. Pero a pesar de la ambigüedad sentimental de quienes la rodean, Cuasi intenta y casi siempre logra ser feliz, y pesar de su sabiduría de lo difícil: juega, asiente, se ríe. Fabula todo el tiempo para vencer. Quizás es por esto que la historia no concluye. Supongo que ante la imposibilidad de crearle un final feliz y a la vez verosímil, su autora prefirió no atarla a un destino pesado. Mejor es que flote de un libro a otro, mejor volver a encontrarla en Una niña estadísticamente feliz.
El segundo rasgo enunciado por Calvino es la rapidez. Por eso plantea que la literatura debe aprender de los mecanismos sinápticos de nuestro cerebro, los que confieren su chispa a la inteligencia. Y yo diría que rapidez, en el perfectamente reconocible estilo que ha acuñado Mildre, es por una parte acumulación de situaciones. De alguna forma esta novela me recuerda a La Comedia Silente, aquel programa que proyectaba películas mudas donde los personajes no tenían ni nos daban respiro. En este libro se cuenta en primera persona, a través de Cuasi, la relación de su madre con su padre; la relación de su madre con Vida, la doctora a quien ama; la relación —o más bien la ausencia de esta—, de su padre con su la amante de su madre; la inevitable visita al psicólogo; también relata la historia de su familia; la de sus amigos Rexona y Alexander; la visita de su profesora, la conversación de las dos orejas; y la necesidad de los guantes de boxeo, entre otras múltiples cosas. Y todo esto, repito de nuevo, sin que nada se atropelle y nadie se desdibuje. El que conozca la obra de Mildre sabe que esta habilidad suya ya se ha vuelto crónica: una marca de estilo. El que conoce a los jóvenes lectores sabe que la historia que los atrapará es la que se cuenta y se lee rápidamente. La historia que no sea rápida no logrará hacer mella en sus imaginarios, configurados ya no por la lectura sino por los audiovisuales. Si nos referimos a la forma podemos añadir que a la rápida concatenación de situaciones que elabora la autora se añade la rapidez de su discurso, lograda, entre otros recursos, con la sabia mezcla de oraciones largas y oraciones cortas, y el balanceado uso del diálogo.    
Son las cinco. Llegaré tarde...
El tercer rasgo al que confiere mérito Calvino es la exactitud. Exacto, según él, es la capacidad de los buenos autores de expresar las cosas más diversas con la palabra justa: la exactitud es la piedra de toque de todo el edificio literario. No en balde, la niña se llama Cuasi, porque como ya dije es casi negra o casi blanca; la madre se llama Alma, porque constantemente se apela a su alma en desgracia, a su alma que intenta sanar o compartir, al alma que intenta encontrar a través de la relación con Vida. Y Vida es Vida, entre otras cosas, porque ella le ha devuelto vida a la madre, y porque se la quita, metafóricamente hablando, con su traición. El padre es Gregorio por Gregorio Samsa, y porque cualquier día amanece convertido en una cucaracha. Y el psicólogo fuma una pipa e inevitablemente nos recuerda a la exacta imagen de Freud.   
También es exactitud que las cosas se llamen por su nombre a la vez que aparecen transfiguradas en la materia literaria y por la sugerencia del lenguaje. Cuando la madre dice ante el espejo: “La Vida me traicionó”, está hablando de una traición metafórica: su vida que no es lo que ella esperaba que fuese. Pero esta traición contiene, y Cuasi lo sabe perfectamente, la traición de la amante que la ha dejado por otra. Y también son exactos los diálogos porque son completamente verosímiles.

La misma exactitud nos lleva a la visibilidad. El ser humano del siglo XXI, al que se ha propuesto Calvino seducir literariamente, como dije antes ha superado el alfabeto, se comunica por imágenes. Por consiguiente, lo que se escriba de ahora en adelante, y desee perdurar, debe ser visible, debe ser expresivo, debe tener la síntesis y también la capacidad de convocar múltiples sentidos. No en casual pues que Mildre apele a la imagen de una niña boxeadora, y lo mismo haga el ilustrador. Ni es casual que sus personajes sean tan pintorescos y en cierta medida arquetípicos. Son fáciles de imaginar y fáciles de explicar. Sus conflictos son visibles para cualquier lector porque son comunes al tejido de cualquier sociedad, y a esto debe Mildre que sus libros se vendan bien en países como Colombia y España. Por tanto convendremos en que la visibilidad es una cualidad inestimable que hace que las obras traspasen las coordenadas socio-espaciales en que se producen y dialoguen eficazmente con otros lectores.

Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres (Borges)
Hemos visto pues que exactitud y visibilidad son un par que trabaja junto y también están muy cerca de lo que ha llamado Calvino: multiplicidad. Y cito: “¿A qué puede aspirar el escritor que busque un libro que contenga todos los libros? A un lenguaje sin barreras, a una escritura sin trabas, a una gran elipsis que abarque lo bajo y lo alto, lo lejano y lo cercano, lo cómico y lo serio, lo minúsculo y lo inmenso…” Ya hemos visto en Mildre el lenguaje sin barreras, capaz de llegar no solo a nuestro público sino también al público de otras latitudes. Lenguaje que sabe convocar a jóvenes y adultos. Ya hemos visto su escritura sin trabas, que puede tocar temas polémicos de una manera encantadora. Estamos pues en la presencia de la gran elipsis que contiene lo minúsculo y lo inmenso. Porque qué es más pequeño que una niña que intenta comprender el mundo que le rodea, y qué es más grande y sublime que esto. Acaso no es gracioso que ella y su madre quieran unos guantes de boxeo para contender con sus agobiantes problemas, pero no es esto, a la vez, muy serio, muy terrible. No es extraño, lejano, improbable, que una niña se llame, como en la novela, Rexona, y su hermano Heno de Pravia... Pero no es que algunos se llaman, en lo que llamamos “la vida real”: Yesdasí, Yundai, Soni.
Creo, para concluir, que Mildre ha sabido colarse en este milenio literario que recién comienza. a través de esas cinco virtudes que son: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad.  Creo que ella maneja por pura intuición y con gran eficacia las cinco virtudes que Italo Calvino erigió en pilares. Lamentablemente Calvino nos dejó inconclusa su sexta propuesta. Si es consistente es Raro ser niña no lo sabemos, porque no sabemos lo que quiso sintetizar Calvino en este rasgo que lo resume todo. Yo tengo mi pequeña teoría sobre la consistencia pero prefiero no especular. Espero que tal y como cada uno la entienda, logre encontrarla en Es raro ser niña, y que esta invitación les sirva para acercarse a esta novela y a la formidable escritura de Mildre Hernández; como también espero que busquen el hermoso y útil ensayo de Calvino, que he disfrutado presentar ante ustedes.


jueves, 27 de septiembre de 2012

Lectura inmersiva... ¿qué es?



 La crisis de la lectura, que es crisis en el interés por la lectura además de crisis en el bolsillo de los lectores, tiene un poderoso adversario en el libro electrónico o e-reader, concebido para ser leído en un soporte digital. Y si hablamos de soporte digital qué mejor que un Kindle, cuya posesión sigue siendo un dorado anhelo para la inmensa mayoría de los lectores, sobre todo para los lectores cubanos. 
Yo misma tengo un anticuado pero maravilloso Kindle, idéntico al de la imagen debajo (debe ser el abuelo de los que se lanzan hoy al mercado), que me ha permitido leerme los libros que nunca pensé disfrutar porque, a pesar de los dispositivos electrónicos que acompañan mi vida, solo tengo este maltratado cuerpo físico que sobrelleva mal las horas frente a la pantalla de la computadora. Pero atención: se están haciendo versiones más económicas que rondan los 100 dólares. No puedo dejar de recomendarlo por su amigable tamaño y sus prestaciones, además de que la tecnología de alta resolución permite que la pantalla inteligente del Kindle cree un contraste armonioso, ausente del brillo que tanto fatiga la vista en los monitores tradicionales.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7AS8ol86HCenF1_shiO1QIhHoBgsvDthkgaMt_MDTvIq7Hc5yRsvAwAiSfFrmHPFWUjAWOY-VLhUuT-Jez_Bfnsr8B2kITZOs1y_NyRIgtiSHqW6yWHbvO2UIqiXiheZCcYuGGsQ1JfRB/s1600/Kindle.jpg
Kindle "abuelito"
Algunos de mis amigos, furibundos lectores, han optado por el “text to speech”, pero yo nunca pude adaptarme como nunca logré adaptarme al círculo infantil ni a los brakers. Pero creo que es una alternativa valiosa: todo vale si de leer se trata. Así han vencido desde las sagas de Harry Potter hasta Juego de Tronos, o los libros de Murakami.

La lectura inmersiva es la novedosa posibilidad de acompañar la lectura con voz, sonido contextual, música, que siguen, como mismo sucedería en el cine, el avance de la narración. Resalto que no hablamos del “text to speech”, más parecido al habla de un robot que a la voz humana, y que tengo entendido que se pensó para lectores con alguna discapacidad visual. La lectura inmersiva es una nueva opción que ofrece la narración de lectores profesionales. Hay un reto a vencer, y es que estos sonidos e imágenes deben dar una nueva dimensión a la lectura sin competir con ella, sin distraer ni apartar la mirada de la página. O sea, deben integrarse coherentemente a la lectura, y no ser simples añadidos. Técnicas de grabación en 3D, formidables, casi de ciencia ficción, han permitido crear sonidos envolventes para integrar en el ebook. Dice la fuente: 
“Sin apenas voces humanas, los sonidos acompañan sin distraer; sonidos que intentan traducir las palabras del texto. Al hacer clic en un enlace sobre, por ejemplo, una batalla o una fábrica, se pueden escuchar sonidos que representan ese  mismo ambiente. De este modo, el sonido ni se adelanta ni se escucha después, sino que acompaña en flujo de la lectura, sin resultar un anexo. Una de las críticas habituales que se le hacen a los libros enriquecidos es que hurtan la posibilidad de que el lector imagine el mundo descrito por el autor a su manera al añadir imágenes, vídeo o voces al texto. Con esta iniciativa del audio 3D se intenta evitar esto al no intervenir demasiado en la recreación específica del mundo creado. Aunque no todo libro es novela, y en el caso de otros géneros (historia, crómicas periodísticas, etc.), los vídeos o sonidos, cuanto más cercanos a la descripción del texto, mejor”.
Amazon presentó en los últimos productos Kindle una nueva funcionalidad que propicia la lectura “inmersiva”. Esta nueva funcionalidad permite a quienes lean desde un Kindle o Kindle Fire sincronizar la lectura a la vez que oyen la narración de la misma. 

Kindle Fire
Si quiere leer el artículo original vea Auge de la lectura inmersiva, pero le aseguro que el mío, comentado, es más atractivo... Además, no viene con un tema de Jean Michel Jarre, Oxygene que me ha acompañado, sin distraerme, mientras les escribía esto.

Buenas noches, mundo.   


 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Receta para hornear un best seller


A propósito de la lista de los escritores mejor pagados del 2011 que publicó la revista Forbes, Lina Vargas, periodista de la revista Arcadia, se preguntó qué los hace tan exitosos. Después de reflexionar, estas fueron las divertidas conclusiones a las que llegó.

Posdata mía, o como dicen algunos programas de la TV: No intente repetir en su casa lo que está viendo.

  

J. K. Rowling
1. Escriba sagas. JK Rowling con Harry Potter, Janet Evanovich con Stephanie Plum, Suzanne Collins con Los juegos del hambre y John Grisham con Theodore Boone: todos los escritores mencionados por Forbes han sucumbido al poder de las sagas. Desde trilogías hasta series de quince libros con un solo protagonista que, por lo general, cuentan la misma historia. Las sagas surgieron en la Edad Media para narrar las vidas de santos y reyes de forma muy parecida a la oralidad y, según indican las cifras, continúan siendo la fórmula mágica para los best sellers. Así que prepárese para escribir mucho. La buena noticia es que no tiene que innovar demasiado de un libro a otro.



James Patterson
2. Escriba como habla. Lo dijo James Patterson, el escritor más rico según Forbes, que gana noventa y cuatro millones el año pasado. “En realidad, intento que la literatura escrita se parezca a la oral y las descripciones no me interesan, creo que aburren y no aportan nada”. Si lo que usted busca es vender libros, trate que su escritura sea lo más sencilla posible. Recuerde que sus lectores quieren entretenerse con una historia digerible. Por eso huya de las metáforas muy ingeniosas y de las frases, párrafos y capítulos largos. 







  

Suzanne Collins
3. No sea tan profundo. Buena parte del éxito de los best sellers está en las historias poco complejas. Suzanne Collins, la autora de Los juegos del hambre y novena en la lista de Forbes con una ganancia de veinte millones de dólares, podría haber escrito una novela complicadísima sobre la violencia, la pobrezay la desigualdad.
Lo que hizo, en cambio, fue una trilogía llena de acción y sin una gota de reflexión. Y eso la ha hecho vender veinticinco millones de ejemplares.


Dostoievsky
4. Haga que sus personajes hablen y actúen. ¿Recuerda los monólogos de Raskolnikov, el protagonista de Crimen y castigo? ¿Recuerda que allí estaban todas las contradicciones y temores de la condición humana? Pues no se le ocurra hacer nada similar cuando esté construyendo los personajes para su best seller. Escriba sobre gente sin vacilaciones morales. Desde luego, pueden tener rasgos distintivos, pero nada que al lector le cueste imaginar. Piense, por ejemplo, en lo bien que le fue a los vampiros de Crepúsculo a punta de dilemas flojos. Eso sí, llene las páginas de su best seller con diálogos y acciones en las que todo quede explicado. En un best seller no hay lugar para las dudas.


Ken Follet
  5. No escatime en el misterio y la intriga. No solo se trata de terminar los capítulos en punta para asegurar que el lector siga leyendo. Que sus historias sean sobre misterios, crímenes y conspiraciones le darán un puesto seguro en la lista de los más vendidos. Tenga en cuenta que existe toda una gama de posibilidades: desde las intrigas en el mundo de la justicia que tan bien ha sabido recrear John Grisham, cuarto en la lista de Forbes, hasta las conspiraciones históricas de Ken Follet, en el número catorce.



E.L. James
6. Recree un par de escenas sexuales o eróticas. La maestra en este punto es, por supuesto, E.L. James, la autora de Cincuenta sombras de Grey que aunque no hizo parte de la lista de Forbes es, según la revista, una candidata fija para el conteo del próximo año. La respaldan las treinta y un millones de copias que ha vendido en el mundo. La trama es conocida: la inocente joven Anastasia Steele comienza una relación con el millonario Christian Grey. No contenta con la diferencia de clases entre los personajes, James decidió poner su vendedor toque personal: la relación entre Steele y Grey está marcada por las prácticas sadomasoquistas. 

  
 
Stephanie Meyer
 7. Añada un romance tormentoso. Si por algún motivo le da pudor escribir escenas explícitamente eróticas, empiece por el romance. Tome a Stephanie Meyer como ejemplo. La autora de la saga Crepúsculo se valió de una premisa simple: el amor siempre es tormentoso. Si no que lo digan las telenovelas latinoamericanas. Si quiere seguir por esta vía, haga que sus personajes tengan una diferencia en apariencia irreconciliable –de clase, edad o racial– que, sin embargo, superan gracias al amor.    




8. Ubique la historia en otra época. Aunque ya está pasando el boom de las novelas históricas, la fórmula todavía puede atrapar a los lectores: haga pasar hechos inventados como si hubieran ocurrido de verdad. El lector no solo se sentirá cautivado con la trama, sino que sentirá que está aprendiendo de historia. Entre más conspiraciones pueda recrear, mejor. No olvide usar frases como: “la verdad sobre…”.



9. Atraiga a los jóvenes. Así como lo hicieron Rowling, Meyer y Collins –tres de las seis escritoras de la lista de Forbes– escriba para jóvenes. Recuerde que las estrategias de promoción están cambiando y que, además de los lanzamientos tradicionales, los libros consiguen lectores según lo mucho que suenen en blogs y redes sociales. A su libro para jóvenes –que puede ser sobre magos, vampiros, mundos apocalípticos y hasta ángeles– súmele videojuegos, películas y todo el merchandising que se le ocurra.




10. No se encariñe con sus libros. Sin excepción, los quince escritores de la lista de Forbes tienen algo en común: no paran de escribir. Patterson, por ejemplo, ha publicado más de cien novelas. Una cifra asombrosa respaldada por una decisión inteligente. Si sueña con ser un escritor de best sellers no espere a que su libro salga de las listas para empezar el siguiente. No olvide que es difícil que un libro siga vendiéndose igual de bien después de varios meses de haber salido al mercado.


Una última recomendación: usted quiere ser un best seller, así que no se preocupe por no ser un escritor más profundo. Más bien siga este consejo del muy sincero James Patterson: “Cuando comencé a interesarme por la literatura leí a autores como James Joyce o Gabriel García Márquez y me di cuenta de que mi talento no alcanzaba para escribir el Ulises. Ahora bien, poco después leí novelas como Chacal o El exorcista y me dije que yo era capaz de escribir ese tipo de libros”.








lunes, 17 de septiembre de 2012

Tablilla de Mesopotamia




Los pensamientos de los seres humanos se anotaron, inicialmente, en tablillas de arcilla. Esta contiene una lista de los recursos humanos empleados en un palacio mesopotámico.



viernes, 14 de septiembre de 2012

Si os parece, queredlas cual las hacéis...



La Poesía x Alphonse Mucha.

Este es la reseña que la escritora, crítica y promotora cultural Yanelys Encinosa publicó sobre una de las últimas antologías que se han hecho con jóvenes poetas de la isla. En este caso, la selección recayó sobre las poetisas (palabra que no me gusta); y uno de sus antologadores, mi querido amigo Noël Castillo, sostiene con toda su autoridad y pasión (ambas bien grandes) que estás 21 voces son imprescindibles si se habla de la poesía cubana de este naciente y espantoso siglo, que uno intenta hacer más habitable a fuerza de palabras. 
Sin más los dejo con Yanelys, que dice:

XXI razones para quererlas. (Aproximaciones a la más joven poesía femenina cubana, desde la antología Queredlas cual las hacéis. XXI poetisas cubanas del siglo XXI).

El verso se desnuda sobre el cuerpo de la Isla. Entreteje los contornos. Aúna los fluidos la nutricia vena de la juventud. La feminidad se desdobla en fibras diversas, en las de antaño y las de los nuevos tiempos. Queredlas cual las hacéis. XXI jóvenes poetisas cubanas del siglo XXI vienen a hacer una voz con la variedad de sus tonos. Gracilidad, aspereza, serenidad, desconcierto, conciertan este coro múltiple y unitario, voz orgánica y plural de la más nueva poesía escrita por mujeres en nuestro país.
Noel Castillo González y Maylén Domínguez Mondeja, en esta antología publicada en el año 2007 por la Casa Editora Abril, han colectado un muestrario poético de la mayor parte del territorio nacional, cualidad que aporta tanto a la configuración del mapa escritural cubano, como a la promoción y difusión de la obra de autores de provincia, todavía desfavorecidos en los espacios literarios del patio. Sólo algunas lagunas resienten el tapiz: la ausencia de nombres de La Habana, Isla de la Juventud, Ciego de Ávila, Santiago de Cuba y Granma, hecho que podría cuestionar la presencia en estas regiones de altas voces femeninas; o que denunciaría un deficiente trabajo publicitario y la carencia de espacios para la divulgación de obras de resiente factura, producidas por jóvenes autoras locales que merecerían alcanzar renombre a escala nacional. Sin sumar a ello lo que la inevitable subjetividad de los antologadores –sus lecturas y preferencias- incide en todo proceso de selección, cuanto más la fragilidad de una línea divisoria maleable, resbaladiza, indómita, por la inmediatez del suceso, tendiente a necesarias reformulaciones.
Se ofrece, sin embargo, un admirable tejido, de texturas diversas y contrastantes matices. La antología logra ser representativa de las distintas líneas ideo-estéticas y temáticas que vertebran el concierto poético de la Isla a principios de siglo; y alista el tablero para posibles sistematizaciones de época o estudios generacionales.
Adentrándonos en una revisión formal, asalta la preponderancia del verso libre, que en escasos ejemplos convive con la métrica tradicional hacia el interior de una muestra individual o de un solo poema. Déborah García Morales exhibe un soneto -endecasilábico, con apertura y cierre de alejandrinos, de rima consonante- apegado al Neorromanticismo, junto con piezas de verso libre en las que el tono conversacional aporta intimismo y corporeidad a lo emotivo amoroso. En tanto, Katia Gutiérrez alterna la rima consonante con el verso libre en una misma pieza, con libertad métrica y estrófica, y recurre al tono conversacional como vestidura de un discurso reflexivo, por momentos metafísico. Con la salvedad de estas alusiones, el dominio del versolibrismo es aplastante. La inclinación recurrente hacia la libertad métrica de la Vanguardia aduce la necesidad de soltura expresiva, dato que en la mujer podría embargar connotaciones de interés sociológico para los estudios de género; teniendo en cuenta que los cultivadores de las formas clásicas en las últimas promociones son en su mayoría hombres (Alberto Serret, Virgilio López Lemus, Roberto Manzano, José Luis Serrano, Jesús David Curbelo); mientras que las poetisas jóvenes, según muestra esta antología y otras recientes, prefieren la libertad métrica -llevada incluso al extremo de la prosa, por Kenia Leyva Hidalgo-, búsqueda emancipatoria que puede superar los marcos de la finalidad estética y alcanzar el interés ideológico de desatar, descomponer, transgredir límites y cánones, romper las junturas que someten pensamiento y sentimiento al dominio del metro, como ha de destrozarse la medida, la enquistada compostura que a la mujer se le ha impuesto por fatídica herencia patriarcal a lo largo de siglos.
La culturista Lisa Lyon vista x Robert Maplethorpe
Se incluyen aquí XXI poetisas nacidas entre 1971 y 1984, es decir, de edades comprendidas entre los 35 y los 23 años hasta el momento de cierre de la selección - recuérdese que el libro fue publicado en el 2007-. Ninguna de ellas nació antes de 1970: ninguna vio a los Barbudos bajar de la Sierra, ni vivió la primera década de efervescencia revolucionaria. Acaso ninguna luciera su uniforme escolar con el mismo ardor de sus padres. Los más altos acontecimientos de la historia patria estaban para ellas más distantes en el tiempo. La historia de la que participaban era la de la vida cotidiana, la de mantener las conquistas. La dura ruptura del Campo Socialista y el crudo Período Especial les llegó a las mayores en la adolescencia, edad de turbulencias y por antonomasia de adolecer, doblemente por la circunstancias; las más jóvenes, inocentes niñas, les tocó no comprender lo que ocurría, apenas compartir la perplejidad de sus padres. La eclosión poética de estas muchachas se avalancha en un período de más calma, de reacomodos, luego de salvar las grandes crisis, cuando el país emergía del naufragio y ellas mismas florecían a la juventud. Esta realidad condicionará preocupaciones e intereses que articularán la materia de sus versos y las distinguirán de otras promociones.
Se despliega entonces, un glosario de temas basto, unos universales, arraigados a nuestra tradición, con frescas tonalidades, otros de reciente incursión en las letras cubanas, con una novedad matizada por la recuperación de los clásicos.
El ancestral amor de pareja pervive en diversas formas: la añoranza del amor perdido en la poesía de Irina Ojeda Becerra, y en la de Déborah García Morales, a quien alimenta ciertos aires de Luisa Pérez de Zambrana; el suave lirismo amatorio, nostálgico, de Kenia Leyva Hidalgo; la ruptura marital (“la brusca transición de un marido a otro”) o la indiferencia del esposo, que Gleyvis Coro Montanet asume con cruda ironía, sarcástica y sin dramatismos, aportando frescura a la temática; el amor adolescente, el erotismo lírico, apegado a la abigarrada condición de amante-hembra-madre, que confiere atractiva singularidad a la obra de Aymara Aymerich.
El tema homo-erótico, que sólo había aparecido sutil en Poveda y Ballagas y había alcanzado mayor representatividad hacia fines del siglo pasado en la poesía escrita por hombres, viene a insertarse al entramado de esta promoción de inicios de siglo, con el advenimiento catártico y desembarazado del discurso lésbico. La novedad del tema es matizada por los guiños culturalistas, de profunda raíz en nuestra literatura, como la recuperación intertextual que emplea Marilín Roque del referente sáfico, “mujer de Lesbos”, por la doble condición de poetisa insular, más aún por la ambigüedad sexual que algunos han deducido de ciertas traducciones y de la concepción erótica griega.
Esa inclinación culturalista o coqueteo intertextual con personajes de la literatura, el arte y la historia universales, fue rescatado de la tradición prerrevolucionaria por una zona de la poesía de fines de los años 80’ y de la década del 90’: Roberto Méndez Martínez, Raúl Hernández Novás, José Pérez Olivares, Jesús David Curbelo, entre otros, han cultivado esa línea.
Alice Liddel y sus hermanas vistas x Lewis Carroll
Los poetas que irrumpen en las letras con la nueva centuria, heredan de sus predecesores, también aquella vertiente. Aparece el gusto por reflejar la relación del individuo con el hecho artístico, en “Mujer con caracola”, donde Teresa Fornaris, con exquisita sensibilidad femenina descubre su sorpresa ante un cuadro de Fabelo. El referente clásico como alegoría política -uso éste asentado en nuestra tradición literaria desde el siglo XIX1- se nos ofrece en “Conversación de Calígula con Claudio”, de Kenia Leyva Hidalgo. Es más frecuente el empleo de un personaje de la cultura universal que sirva de analogía o vestidura simbólica para el sujeto lírico o su destinatario poético: aquí la Safo de Marilín Roque, aludida antes; la Helena de Isaily Pérez, para magnificar a la destinataria, superponiendo sobre ella a la legendaria bella por antonomasia, en una relectura contemporánea del mito; o el viejo soñador de la torre del Dux, que toma cuerpo en el sondeo existencial de Clara Lecuona Varela (“Manuscrito hallado bajo una ventana de Bohemia”). No falta la intertextualidad con el motivo poético, como los ojos feroces que mueven a Aymara Aymerich a las “Frases extensas para Alejandra Pizarnik”. Hacia el final del libro, la antologada más joven, Legna Rodríguez Iglesias aporta novedad a esta línea, pues se aleja de las finalidades culturalistas más usadas otorgándole a la cita de elementos griegos (“El triángulo de Anaximandro”), judeocristianos y del arte contemporáneo (“Las Voces”) un componente lúdico-onírico-agresivo-desacralizador, en suma transgresor, que pretende confrontar el gusto canónico, subvertir preceptos estéticos anteriores. 
El interés por el individuo, su experiencia íntima y su preocupación existencial, había despertado hacia los 80’ del letargo coloquialista, demasiado sumido en la vorágine social de la vida revolucionaria. En el umbral del nuevo milenio la búsqueda existencial pervive como sólida temática dentro de la multiplicidad. Así lo evidencia este libro que abre sus páginas con la poesía de Nuvia Estévez: marcada por el drama íntimo experimenta una disección visceral que sacude los vórtices de un doliente pesimismo, sanguíneo, violento hacia su más profunda incertidumbre de superviviencia. La frustración, la crisis vital, emerge también del discurso de Marilín Roque. Maylén Domínguez Mondeja se cuestiona la pertinencia de actos pasados, e indaga sobre su suerte futura: qué salto puede ahora curarme del delirio. Lisy García Valdés destila pesimismo, angustia, cansancio por la soledad, la ausencia crónica de Dios y del retrato de un buen hombre en las paredes. Lariza Fuentes López comparte el mismo padecimiento: ese abandono, esa resistencia de Dios a su silencio, esa desolada eternidad, y viste su discurso de nostálgico lirismo metafísico, de acendrado trabajo con la metáfora, la alegoría, la intertextualidad bíblica. Naírys Fernández Hernández también se ahoga, con un extraño gesto de perplejidad, en la espera casi húmeda, como una casa deshabitada, de ese guerrero suyo. Dolor, desolación, parecen ser aflicciones comunes a gran número de ellas. 
Como puede observarse, algo las distancia de sus hermanos mayores. Si el drama existencial que volcó a los jóvenes de los 90’ sobre el individuo, estaba marcado en su raíz más profunda por la apabullante e inexcusable crisis socio-económica del país (caída del Campo Socialista → Período Especial), que lanzó a los jóvenes de aquellos duros años a la atrocidad del hambre, al paroxismo del viaje o a un desesperado enclaustramiento en la poesía; las entonces niñas, adolescentes, encubrieron con su inocencia aquellos pudores, y se ocupan ahora de otras miserias, menos circunstanciales, más universales hacia la esencia de su sexo: el hambre de hombre, igual de humanos: la muerte, la ausencia, la soledad. Aquellos marcaron la carne de su verso con el nombre de Cuba; con sus instintos y carencias doblados sobre la inmediata realidad sellaron sus propios nombres. Éstas no se agolpan por rubricar una instancia nacional que las distinga o las mueva a la renuncia, siquiera titular su nombre en alguna dinastía perdurable; se apegan a preocupaciones globales, comunes a todo ser humano, cuanto más a las cósmicas insistencias de su género.
No falta el hilo que las trence a sus predecesores. Alguna recuerda aún, la desgracia familiar del naufragio: Yanira Marimón Rodríguez, con la desaparición del hermano en la obsesión por el mar, y Anisley Miraz LLadoza, cuyo hermano mayor ha extraviado el camino, regresan el tema del exilio, tan apremiante en aquellos; pero con una ternura melancólica, fraterna, más cercana al César Vallejo de “A mi hermano Miguel” en la sensación de pérdida y en la recuperación del episodio infantil, que al Osvado Sánchez de “Declaración política familiar”, quien mató a la hermana con un golpe de patria ahí en la puerta porque cómo iba a romper nuestro corazón de cinco puntas / cruzando el agua.

Uno de los desnudos de Egon Schiele

El tema familiar se nos presenta en disímiles facetas y se imbrica a otros también frecuentes en nuestra literatura como el del exilio – ya perpetuado desde Heredia y Avellaneda en el siglo XIX y ejemplificado antes- o el de la intimidad de los pequeños pueblos – que caracterizó a Alex Pausides hacia fines de la pasada centuria-. El hogar provinciano, sus tradiciones, creencias, el regodeo en el paisaje agreste cubano aproxima a Yolanda F. Rodríguez Toledo como a Roberto Manzano, cultivador de la llamada poesía de la tierra; el cuidado en el lenguaje, el juego con la imagen, la adjetivación, el colorido, la palabra florida y abundante, la alinean a la estética inspiradora de aquel; mas la distingue una fragmentación discursiva, un tono por momentos dramatúrgico-narrativo, y esa oscuridad que envuelve a sus fantasmas, la tristeza por sus muertos. Maylén Domínguez Mondeja también retoma la memoria del hogar, las palabras del abuelo, pero su motivo es la renuncia; claudica a la docilidad de estirpe; pues la joven de provincia guarda más altos sueños que los de un jardín que sólo causa tedio, / incurable deseo de escapar. A diferencia de ésta, para Annia Alejo Laborit la lejanía de su familia que vivió tierra adentro / y no conocía las utilidades del océano promueve una añorada vuelta a la semilla, pues toda tristeza actual es el olvido / del acorde primero; poesía reflexiva, filosófica a veces, escatológica, casi apocalíptica otras, hacia el vértice de sus tormentas.
Con una manera particular de lo doméstico sacude al lector Gleyvis Coro Montanet: una suerte de divertimento, de bofetada impúdica a todo dramatismo y al cinismo que entraña la incomunicación marital. Algo de temperamento, de hembrismo desembarazado y la coloquialidad ironizante de su discurso me recuerdan a cierta Carilda; pero desligada de manías románticas y utopías sentimentales, impelida por el más liberal fuero postmoderno y esa idea de progreso de la generación favorecida / por el imperialismo de las latas de conserva.
La búsqueda metafísica de la Trascendencia2 parece sosegarse en estas muchachas, declinarse acaso en un pesimismo que las agota y les mutila la fe. Dios, el Señor, el Maestro, es para algunas el destinatario lírico, pero la palabra es más queja que ruego, imputación en lugar de alabanza. La demora de la solución divina que mueve a Lisy García Valdés a la renuncia: Dios, ya no vengas / la espada ha caído; la visión de Katia Gutiérrez del Dios castigador que reduce la existencia al pergamino que es la tierra, y esa mirada escéptica de Anisley Miraz Lladoza, harta de las trampas que le designa Dios; se confabulan como presagio de época: el primado de la desesperanza, de la distancia divina, y humana, en la era expansiva de los mercados y ciberespacios (demasiado espacio para la soledad). Más cercanas están al Vallejo de “Los dados eternos” y “Espergesia”, que a la confianza salvífica de Orígenes y sus seguidores.
También importa la polémica, la confrontación generacional, deslindar las suertes de los que llegan nuevos a los sitios donde una puerta / a más / ha sido clausurada (Teresa Fornaris), compadecer en su soledad al poeta que me juzga, que ha leído con escepticismo mi cuaderno y habrá pensado: “pobre muchacha de provincia” (Yanira Marimón).
Estas mujeres, mayoritariamente,3 asumen su sexualidad con auténtico sentido de perte(i)nencia. La carnalidad aparece a veces suavizada de lirismo, otras se exhibe sin recatos, con el fresco desembarazo del nuevo milenio. Para Nuvia Estévez puede ser un cuchillo lo que gotea su vientre, y entre lo que hace vivir al trueno hacia la superficie de su sangre, su vuelva negra ocupa un lugar de primer orden. Teresa Fornaris conjura la feminidad con sensible apego al hecho artístico: en “Mujer con caracola” el seno firme advierte sus perfiles; mientras en “Semejanza” la imagen de una araña en la pared analoga la avidez de su sexo, pues también ella se fricciona entre las grietas en busca del infinito erótico armándose en la penumbra de cada movimiento. Lisy García Valdés posada sobre el cristal abre las piernas / se reconoce mujer, pero halla torpe su reflejo, pues resiente la soledad de la entrega vacía: desde el fondo colgaban cuerpos / ellos tiraban de mis piernas / lanzaban aullidos terribles / fui entonces una ciudad desierta. Para Katia Gutiérrez el contacto físico conserva cierta sublimidad que conjuga cuerpo y espíritu: desnudo, / tu cuerpo se define, / salva lo justo en cada territorio / así es que llego a un roce de tu piel, así alcanzo otro sentido de la sabiduría. Kenia Leyva Hidalgo opta por la metáfora para sugerir el encuentro amoroso: yo seguía con una tristeza antiquísima / y un velero pretendiendo hinchar sus velas / en mi vientre. Aymara Aymerich se desnuda sin pudores ante el joven amante: mi hermano adolescente y limpio / (…) me lava la piel que lo alimenta / la piel que lo descuera / carne entre la carne / (…) también las piernas mías que le abro como siempre le abrí mi corazón.
En las formas se dilata la madeja. Una enarbola la tropología y engalana la palabra; otra la despoja de artilugios para desnudar su materia, su temblor, su fiereza. Se transita del surrealismo lírico filosófico-existencial de Nuvia Estévez hasta la sui-géneris hibridez de Legna Rodríguez, entre surrealismo y grotesco, onírico sarcasmo y rabelaisiana impudicia, especie de procaz juguete postmoderno. Liudmila Quincoses intuye la palabra como arteria de sus sensaciones: azul, violeta, rojo, humedad, anchura, frío…sensorialidad de la palabra; construye un imaginario poético, transido sutilmente de insularidad (agua, barca, orilla, ahogados…) para desde él sugerir, contemplarse niña sepultada en la caja de agua o retener en la memoria esas manos agitadas en señal de despedida. Katia Gutiérrez, Lariza Fuentes, Naírys Fernández, Annia Alejo, se apertrechan de imágenes, alegorías y de cierta intelectivización y/o emocionalidad de la palabra. Otras narran desde el verso (Yanira Marimón, Gleyvis Coro, Isaily Pérez, Anisley Miraz), o (se) interrogan (Maylén Domínguez, Aymara Aymerich, Irina Ojeda) sobre sus más viscerales cocientes.
XXI jóvenes poetisas alcanzan a ilustrar el estado actual de nuestra más nueva poesía: estancia amplia, reciclable y renovante, prolífica en multiplicidad de inclinaciones formales y temáticas, convergencia y convivencia dúctiles, planetarias, mas sin amansamientos grupales, ni actitud de racimos, ni liderazgos. Entones, quererlas cual (se) las hacé(n)is. Pues no las comunica vocación alguna de uniformarse, de armarse cofradías. Las unifica la directriz de formarse una, de encofrar sus días, de a(r)marse cual se han hecho cada una a sí mismas.

Yanelys Encinosa Cabrera , 4 de febrero de 2009

Y otra de las deliciosas obras de Audrey Kawasaki