Exterior del Cobre. Al fondo la mina. |
Hay lugares sagrados.
Lugares donde la mirada va hacia arriba yendo hacia adentro. El Cobre es uno de
ellos y sabe añadir a su belleza serena, esplendente, el valor ya casi extinto del
silencio. Devotos y no devotos estuvimos allí con la certeza de que nuestras
sandalias pisaban tierra santa: no solo en los atrios de la iglesia bellísima que
se restauraba, no solo ante la figura que apareció flotando sobre las aguas a tres
pescadores y ahora preside al país con una única frase: “Yo soy la Virgen de la Caridad”. Lo sagrado también
estaba a lo lejos: en la mina rojiza que parecía salida de otro espacio y otro
tiempo, y en la lejana y casi invisible escultura del esclavo que marca el sitio
de una herida que no ha de cerrar nunca. Lo sagrado nos esperó esa tarde en las
callecitas del Cobre y viajó con nosotros de regreso.
Vas a escuchar de La misa cubana de José María Vitier, interpretado por la Orquesta de Cámara Nacional y el Coro Exaudi, el "Kyrie Eleison", uno de los más antiguos cantos gregorianos, que dice en griego "Señor, ten piedad".
Vas a escuchar de La misa cubana de José María Vitier, interpretado por la Orquesta de Cámara Nacional y el Coro Exaudi, el "Kyrie Eleison", uno de los más antiguos cantos gregorianos, que dice en griego "Señor, ten piedad".
Interior de la iglesia. Al fondo y encima la imagen de la Caridad |
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